jueves, 9 de diciembre de 2010

Hubo un tiempo en el que él no formó parte de mi vida. Y otro en el que lo llenó todo. Hace tanto de eso que las agujas del reloj se han caído de dar tantas vueltas [yo ya no escucho el tictac, ¿y tú?]. Pero un día (de esos tontos que tiene una) le dejé entrar hasta el salón y ya se quedó. Y pensé que la felicidad era tan fácil como sonreírle. Que las ferias de verano siempre tendrían algodón de azúcar y norias que nos subían y nos bajaban una y otra vez, dando vueltas, incansables. Siempre nos hemos parecido a las norias, ¿verdad?
Él lo hacía todo más fácil. Aprendiendo que la edad no era más que un número y que no se puede contar estrellas sin contar un cuento (haciéndolo realidad siempre). Tiempo de besos cansados.
No, yo tampoco sé dónde voy (y mucho menos dónde vamos). Sólo sé que me alejo y que el mar cada vez lo tengo más cerca y más dentro.

palabrassinsentido

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