miércoles, 1 de septiembre de 2010

Vamos Lola. Han pasado 16 años desde que lo viste por primera vez. Es él, el chico de tus sueños. Aprovecha ahora que el alcohol te da mayor elocuencia para hablar con él. Tú sabes mejor que nadie que hay ciertos trenes que no vuelven a pasar por tu vida. ¿Te vas a quedar con la duda?

Y allí que fue nuestra valiente. Fingió ir al baño para pasar por su lado.

- Bonita bata. ¿Quiénes son los afortunados que se casan?
- ¡Pues estos dos!

Se acercaron los de la boda y ella sin ningún tipo de vergüenza les dio la enhorabuena y les dedicó una fabulosa sonrisa. No recuerda muy bien cómo ocurrió, pero de repente se apartaron del grupo y empezaron a hablar de quiénes eran y a qué se dedicaban. Informática y publicidad. Buena combinación. Sin más, se acercó un amigo de él y también comenzó a hablar con ella. Tenía que hacer algo... así que le dijo al amigo del chico de sus sueños:

- Te voy a contar un secreto pero no puedes decírselo a tu amigo, ¿vale?
- Vale.
- Tu amigo me encanta desde que tengo ocho años. - Esto se lo dijo al oído, para que Jorge (que así se llamaba su amor) no se enterase.
- ¿En serio? Mira, yo no le voy a decir nada porque me has dicho que es un secreto. Pero me parece algo precioso que se lo tienes que decir. Así que me voy para que se lo cuentes.

Se fue y le dejó sola ante el peligro. Pensaba que cuando se viera en esa situación, el miedo se haría dueño y señor de su estómago. Pero no, en su cabeza repetía una y otra vez la palabra va-lien-te... y lo mejor de todo es que así se sentía.

- Bueno, ¿qué secreto le has contado a Óscar?
- Pues... que no te lo vas a creer. Pero desde que tengo ocho años... eres mi amor platónico. Me encantas.

Jorge se quedó sin saber qué decir. Pasaron varios minutos hasta que empezó a reaccionar.

- ¿En serio me estás diciendo que a la chica con los ojos más bonitos que he visto en mi vida le encanto? ¿En serio me dices que una chica como tú se ha fijado en un chico como yo?
- Sí... me encantas.

Le regaló una sonrisa. De las de verdad. De las que se te tatúan en la piel sin pedirte permiso. Dejó varios segundos para saborear aquel momento. Después volvió a hablar, recuperando el aire que se le había perdido tras aquella noticia tan sorprendente.

- ¿Sabes que ahora tengo que besarte, verdad?

Y sí, se besaron el resto de la noche entre música que a ninguno de los dos les gustaba y restos de ron.



Basado en hechos reales

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