martes, 7 de septiembre de 2010



Te espero. Te escucho. Te siento. Te miro. Y tengo medio camino ganado. Puedo notar tu pulso en tus sienes. Noto como tu boca se seca y como tus pupilas se dilatan. Es el lenguaje no verbal, caballero, que te delata con cada segundo que pasa. Llevo estudiándote demasiado tiempo. La teoría ya me la sé de memoria. Ahora quiero hacer las prácticas en cada esquina de tu cuerpo. Te hago saber que soy consciente de que te tengo justo en el punto que quiero. Pero lo mejor de todo (de verdad, lo mejor) es aquello que me callo, aquello que disimulo y maquillo bajo la máscara de la seguridad. Lo mejor de todo es que mis ganas igualan o superan las tuyas. Llevan demasiado tiempo bajo control. Es hora de abrir las puertas. Ven ya. Llevo esperándote en este sofá lleno de polvo toda la tarde.

Sí, ahí estás. El sonido de tus llaves y tus pasos son inconfundibles.



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