martes, 1 de junio de 2010

- Nunca debiste besarme.
- Me besaste tú.
- Pues nunca debiste dejarme. Siempre termina sufriendo una de las dos partes.
- Ya, pero cuando salgas a la calle ella te estará esperando. Ajena a todo lo que ha pasado entre estas cuatro paredes. A mí nadie me espera. A mí nadie me traerá estrellas a mi cama cada noche.
- A ti no te hacen falta las estrellas...
- Créeme que sí. A veces son las únicas que consiguen iluminarme el camino.
- Tendrás que aprender a hacer fuego dentro de ti para tener siempre una luz.


[...]

- Lo has vuelto a hacer. Me has vuelto a besar.
- Pero es el de despedida.
- Vale, si alguien me pregunta alguna vez por el sabor de la despedida diré que sabía a lágrimas mezcladas con vodka.
- Hazme un favor, mantenme siempre en un rincón de tu memoria. Sin que sea un obstáculo para ti. Pero déjame en ese rincón... por favor, pequeña.
- Sabes que seguirás ocupando prácticamente todo mi espacio durante mucho tiempo. Y aunque establezca como mi único objetivo en esta vida el olvidarte, siempre recordaré tu olor de por las mañanas... No lo hagas más difícil. Vete con ella. Te está esperando.


La puerta se cerró y las lágrimas no cesaron durante horas. Lloró tanto que parecía que se iba a convertir ella misma en agua.

0 comentarios: