lunes, 31 de mayo de 2010

No recuerda muy bien cómo ocurrió. De repente, Cayetana sintió que el aire que la rodeaba empezaba a ahogarla. Su vida se había convertido en aquello que ella tanto odiaba: rutina. Siempre iba a los mismos sitios, caminaba por las mismas calles, veía las mismas caras en el metro. Y siempre veía a la misma persona al otro lado del espejo.
Aquella mañana el café le supo de forma diferente. Esto actuó a modo de detonador. Sin pararse a pensar se fue a su habitación y cogió la maleta que estaba en el altillo. Se quedó un minuto parada, con la mente en blanco. Y llegó a ella el olor de las tardes de nieve. El blanco inundaba su vida en aquella época. Metió ropa de abrigo y ropa de verano (no sabía dónde iría), su cámara de fotos y su cuaderno de notas.
Mientras terminaba de hacer la maleta, llamó a un taxi. El tiempo pasó muy deprisa y cuando quiso darse cuenta estaba en la calle viendo cómo el taxi se acercaba cada vez más a ella.

- Al aeropuerto, por favor.
- ¿Se va de viaje? ¡Qué bien! ¿Dónde se va si no es mucho preguntar?
- A buscar mi vida, que hace mucho tiempo que la perdí en algún lugar. Y sé que me está esperando.



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