martes, 18 de mayo de 2010

Te sentía dentro de mi habitación cada día. Pero tú dormías debajo de tu manta en un sitio apartado de mí. Eran los días de pérdidas y extravíos. Recuerdo tu sonrisa blanca... tan blanca que parecía que sonreías bicarbonato. También recuerdo cómo tu mano se iba con la mía buscando libros con frases sin sentido (nos gustaba tanto todo aquello que no rozara el raciocinio...). Y si me apuras, si cierro bien los ojos aún puedo recordar tus besos.
Después de tanto tiempo empiezo a entender por qué te fuiste. Aquel día, todo mi mundo se movió. No quedó nada en su lugar. Me ha costado mucho volver a ordenar esta habitación (y de vez en cuando aún me encuentro pedazos de mí tirados por el suelo). Fuiste mi motivo literario durante tanto tiempo que mis palabras se declararon en huelga cuando giraste aquella esquina. ¿Te puedes creer?
Pero hoy estoy aquí para cerrar capítulos. Por eso quiero decirte que me gustó aquel invierno en el que el frío de Madrid no me caló mientras estaba entre tus brazos. Quiero decirte que me gustaba verte dormir y ver mi foto en ese rincón de tu habitación. Quiero decirte que disfruté muchísimo enseñándote mis rincones y mi magia (compartido, casi todo es mejor). Quiero decirte que nunca olvidaré las tardes de risa intentando resolver sudokus y merendando besos (sin porros). Quiero decirte que me gustaba perderme entre las letras de tu nombre y pintarte el alma con el rojo de mi pintalabios.
Quiero decirte que me encantó conocerte y que fueras mi compañero en la vida durante tanto tiempo. Ahora, te susurro estas palabras para que por fin puedas irte. Sin girarte. Sin decir adiós. Quédate con mi recuerdo y que sepas que, pese a todo, las palabras chocolate y avellana siempre tendrán algo que ver con ese par de ojos que consiguieron hacer temblar todo mi mundo.

2 comentarios:

Espiritu Zen 18 de mayo de 2010, 23:33  

Muy bonito, la verdad es que deshilas a la perfección los sentimientos, Te expresas genial.

Un abrazo.

Luna Roi 19 de mayo de 2010, 16:35  

El frío... me aterra, tan polar y adormecedor. Aquí me hace zozobrar y a veces sueño con los pies e niña enterrados en la arena blanca del caribe azul que los lame poco a poco para desenterrarlos. Ay! Qué infancia se queda a trás a veces...