viernes, 28 de junio de 2013

Siempre he dicho que tengo un problema de memoria: lo recuerdo absolutamente todo. Y si os digo que no recuerdo haber querido a alguien tanto como le quiero a él es porque es cierto. Me parece increíble la manera en la que mi cabeza y su hombro encajan como dos piezas de un puzzle. O esa manera que tiene de encogerme el estómago (y el alma) cuando me acaricia la espalda sin que yo me lo espere. O esa capacidad que tiene de poner mi mundo bocabajo o bocarriba con una sola mirada. Y si empezamos a hablar de miradas... He leído mucho sobre estos temas pero siempre he pensado que era simple literatura para personas enamoradizas, no para mí. Que todo lo que decían era mentira. Pero de repente llegó el día en el que me desperté con él y me estaba mirando. Y me estaba viendo (que es lo más importante). Y sin necesidad de decir nada, supe a ciencia cierta que me había convertido en una de sus personas favoritas. Nadie me ha mirado nunca como me mira él. Nadie me sonríe como lo hace él. Con él he aprendido muchas cosas, pero una de las más importantes ha sido saber que el desamor no dura eternamente.
Supongo que todo esto puede resumirse en que estoy enamorada. Qué suerte la mía por haberle encontrado.


No hay aboliciones. De tus sesos soy esclavo...

2 comentarios:

Eva y la manzana 30 de junio de 2013, 23:22  

Que suerte la tuya la reciprocidad. Ojalá te duré, querida mía.

Noelia 6 de julio de 2013, 21:44  

Es bonito ver como eso que siempre soñamos vivir pero que en algunos momentos llegamos a pensar que no era para nosotros, de repente no solo aparece en nuestra vida sino que se convierte en la razón de está, llenándonos así los días de motivos por los que ser feliz ;)