viernes, 24 de febrero de 2012

Te dije que cuando escribo me explico bastante mejor. Pero no es el caso. Llevo más de media hora frente al folio en blanco, intentando poner palabras a estos sentimientos. Y es que esto es una locura, que no debería estar pasando, que yo debería estar luchando ahora mismo por ir en contra de todo este remolino. Pero no, aquí estoy. Plantada en mitad de un océano sin saber muy bien si la tormenta traerá consigo un bote salvavidas para mí.
Miedo. Esa es la palabra que mando al viento con cada parpadeo. Miedo a encontrarte un día de repente. Y lo que es peor: encontrarme a mí. Miedo a que los pequeños ataques de corazón que me dan cada vez que me escribes no desaparezcan nunca. Miedo a que esto sume en lugar de restar. Miedo a dejarme llevar. Miedo a que te dejes llevar. Miedo a que me empieces a querer. Miedo a que no lo hagas nunca.
Soy un cúmulo inagotable de contradicciones. Porque estas ganas de odiarte son sólo comparables a las ganas que tengo de quererte. Quiero ser valiente. Quiero que me enseñes a ser valiente. Que me ayudes a olvidar las heridas y que me quites las vendas de los ojos. Quiero decirte que no hay un sólo segundo del día que no te imagine conmigo. Que yo cuando siento, no lo hago sólo con el corazón. Lo hago con mis pulmones, con mi cerebro, con mi estómago. Por eso, además de las taquicardias y de las horas muertas pensando en el por qué, en mi estómago se ha instalado un nudo que tiene tu nombre. Y no se va. Y no estoy segura de querer que se vaya. Porque yo no quiero que te vayas. Quiero que te quedes conmigo. Que me elijas a mí. Sí, esa es la verdad de todo. Que seas el agua de la piscina a la que estaría dispuesta a tirarme. Porque yo te esperaría.
Quiero tocarte por debajo de la piel. En esos lugares tan tuyos que aún nadie ha sabido colonizar. Que descubras en mis lunares nuevas constelaciones. Que nos miremos... y nos veamos (que parece tan difícil ahora mismo). Susurrarte al oído que todo irá bien, que si te caes te ayudaré a levantarte. Que convertiré tus lunes en sábados. Y que el siempre será ahora. Y el ahora siempre.

Es curiosa la mecánica del corazón. Cuando ya pensaba que no me quedaban fuerzas para sentir, apareces tú. De repente. ¿Pero cómo has llegado hasta aquí? No sé cómo narices has entrado y has conseguido quedarte.
Pero me conozco. Sé que soy una veleta. Y que el miedo me paraliza. No sé dónde estaré mañana. No sé qué seré ni qué sentiré. No sé si estaré. Quiero estar. Por una vez, quiero estar. Y todas estas palabras de poco han servido porque puedo asegurarte que no consiguen transmitir todo lo que estoy sintiendo. No puedo pedirte nada, aunque quisiera pedírtelo todo. Sólo puedo quedarme aquí, de momento. En mitad del océano y cruzar los dedos para que la tormenta me regale un bote salvavidas.

13 comentarios:

Miss Frenesí 24 de febrero de 2012, 10:35  

El miedo es capaz de paralizar a nuestros latidos y dejarlos a medio camino, pero lo que no hay es que desistir y dejar de nadar, nunca.
Te envío bocanadas de oxígeno :)
(¿te he dicho ya que adoro la foto de tu blog?)

Clementine 24 de febrero de 2012, 12:58  

Ojala que pase, ojalá. Una delicia de texto.

Unknown 24 de febrero de 2012, 13:18  

Me ha encantado esta entrada, y creo que entiendo bastante lo que quieres decir...

Muáa Muáa :)

Anónimo 24 de febrero de 2012, 14:50  

El soldado de plomo alguna vez me enseño que uno no debe temer, que la sangre es sinónimo de valentía y que al final de todo el gusano es el que se sacia de nosotros. El soldado me recordó que existen formas para salir del miedo, a saber una que es simple: imaginar el que pasaría si no lo hago... después de eso, el soldado se perdió en mis sueños haciendo mi vida más tranquila al arriesgar todo mientras muero y resucito cada día.

Noelia 24 de febrero de 2012, 15:03  

Me siento super identificada con este sentimiento de miedo a ser feliz, de que tu vida pase de ser tan tuya y ahora seáis dos, de no tener claro que lo que empieza hoy mañana seguira....
Pero por experiencia te digo, que no te dejes vencer por el miedo, porque estoy segura que pase lo que pase, siempre será mucho mejor haberlo intentado y haberlo vivido que haberte quedado quieta..LUCHA

Agridulcemiel 24 de febrero de 2012, 18:31  

Quede paralizada. Y es que me encuentro igual que tú. Me llego en el alma lo que escribiste, también espero un bote salvavidas en medio del océano.

Cariños!

Melodías Agridulces 25 de febrero de 2012, 1:58  

¡Esta entrada me encantó! Te expresas genial.
Y sí, sé lo que es estar en medio de un océano y tener miedo, miedo a lo que está por venir. Pero a veces debemos ser valientes y enfrentar las situaciones, sólo eso vale la pena.

Besos agridulces *-*

Ardid 25 de febrero de 2012, 20:31  

Lo único que me ha apetecido leer en todo el día. Beijinhos.

Anabel 28 de febrero de 2012, 19:00  

Una entrada preciosa :) Así es el amor, un gran sentimiento cargado de miedos... pero si no nos agarramos a ese salvavidas, siempre nos preguntaremos cómo habría sido.
1 kiss y a por la palabra valiente!

Julia 2 de marzo de 2012, 5:07  

Porque estas ganas de odiarte son sólo comparables a las ganas que tengo de odiarte*
AMÉN ! amén a esa frase y a toda tu entrada ! Creo que verdaderamente me tocó más ayá de los huesos.

Thatianha 4 de marzo de 2012, 1:40  

Hacia tiempo que no pasaba por aquí y, al volver, he recordado porque era adicta a tus textos.

Parecen sacados de mis noches turbias.

Shiwa 1 de agosto de 2012, 14:55  

Simplemente... me encanta!
;)

Anónimo 30 de diciembre de 2012, 16:52  

"Estas ganas de odiarte son sólo comparables a las ganas que tengo de quererte". Tal cual. La bipolaridad del amor.