sábado, 16 de mayo de 2009

El verano (el buen tiempo en general) siempre viene cargado de buenos pensamientos y deseos. Este verano volveré a tener 15 años. Volveré a tumbarme en el borde de la piscina (los pies dentro… sintiendo el agua fría) y esperaré a que pasen estrellas fugaces. Se me olvidará pedir el deseo cuando la vea (estaré entretenida pensando en ese chico del cine que me cogió de la mano). Los amores de verano son tan verdaderos como fugaces. Sí. Como esas estrellas de las que tanto te hablo. Por favor, ¿me da un helado de chocolate blanco?
Pero lo bueno de los veranos adultos son las noches de calor en los bares del centro. Sí. El sexo no se disfruta igual con 15 que con 23. Iré a esa fiesta de máscaras y me enamoraré del chico moreno de máscara azul. No sé su nombre. Ni siquiera el tono de su voz. Sin embargo me he metido en el baño para follar con él. Ahora puedo intuir el tono de su voz por sus jadeos. Me gusta. Y me pone.
Me gustan los paseos solitarios por la playa. Incluso en verano. Pero a horas en las que ya sólo quedan algunos rezagados que se niegan a volver a casa. Y tomar el sol. Mucho sol. Todo el sol.

Este verano volveré a tener 15 años para sentir que el universo se concentra en mi acompañante en la búsqueda de estrellas fugaces. Pero también 23, para echar un polvo con tanta pasión que parezca que es el último de mi vida. Con un desconocido.

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