miércoles, 16 de junio de 2010

Me gustaba la manera en la que el amor se apoyaba en sus clavículas. Y cómo se desayunaba el lóbulo de mi oreja. Me gustaba contar con él los imposibles que haríamos ese día. Y bebérmelo sorbo a sorbo. Mil kilómetros entre su cama y la mía se convertían en nada cuando me pestañeaba de aquella manera.

No quise ni quiero admitirlo. Pero su forma de besar se me metió en las entrañas.

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