miércoles, 17 de marzo de 2010


Pasaba cada mañana delante de aquel lugar. Le encantaba ver un punto de decadencia entre tanto humo y tanta prisa. Él fue capaz de escribir tequieros en el cielo, buscar un plan en cada nube para ella, saltar en los charcos hasta que el agua le salpicase hasta las entrañas sólo para escucharla reír. Pintaba estrellas en el cielo y se dejaba enredar en sus pestañas. Cada calle por la que ella pasaba las tiñó con acuarelas impermeables. Todas las mañanas se llenaba los bolsillos con besos nuevos para regalárselos a destiempo, cuando menos lo esperara. No le importaba ver cada fin de semana la misma película. Pero a ella nunca le pareció suficiente. Sin embargo él seguía allí, cerca. Sin marcharse, aprendiendo el idioma de las sombras por si ella decidía dejarle un mensaje entre los árboles del parque.
Le encantaba tomarse un café solo en aquel sitio decadente. Pero ahora ya estaba cerrado y al borde del derribo.


Sentados en corro merendábamos, besos y porros
y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa.

5 comentarios:

Thatianha 17 de marzo de 2010, 20:07  

Creo que me repito, pero me gusta mucho como describes situaciones cotidianas y sentimientos conocidos por todos, pero que expresas de una forma totalmente nueva.

Sin duda, un placer pasar por aquí

Juyou 17 de marzo de 2010, 21:41  

aiiis!...

Diario de nuestros pensamientos 17 de marzo de 2010, 21:43  

cuando las calles se deterioran y tu estas para verlo.

Luna Roi 18 de marzo de 2010, 8:58  

Demasiadas mañanas y tan lejos de casa. Yo también tenía un café donde desgrané lágrimas y risas -y los porros, la piel tan receptiva a todo- y que hoy ya no es. Esta mañana las sábanas se me pegan a la piel y echo de menos quién venga a retirarlas, ummm.

Besito, Otoño!

Anónimo 19 de marzo de 2010, 1:07  

Estos días -estas noches-, si han estado cargados de algo, ha sido de humo. El humo de memorias impermanentes y traicioneras, el humo de besos que mueren antes de encontrar un cuerpo en que existir. Esta espera es humo, humo danzante, del que construyes tus letras y en el que danzas, mujer.

Beso, que se desvanece

J.